lunes, 18 de junio de 2012

APARIENCIAS QUE ENGAÑAN: El vestido y el yo





SUPERFICIALIDAD CAMALEÓNICA


Algo muy notorio en nuestra sociedad actual es la diversidad avasalladora de estilos o tendencias en el vestir, y la expresión estética de los seres humanos en sus diferentes entornos o derivados culturales.

La incidencia de la moda como principal regente de las tendencias en el mundo, tiene su principal referente en el vestido; es la característica de este factor lo que desemboca como una necesidad del individuo a seguir determinado parámetro o línea en la ropa que usa, requiriendo muchas veces de otros recursos como el dinero o el crédito y prescindiendo de otros factores como la humildad o el sentido común.

Si fuéramos mas humildes, no importaría exhibir determinada imagen nuestra, vestida con lo que fuere o se pudiere; sin embargo ante la globalización (ya inminente) del enfoque visual, pretendemos ajustarnos a un plano que nos haga mas identificables y aptos ante la perspectiva visual ajena recurriendo a lo que esta vigente en los planos generalizados, es decir; lo que se encuentra usando la población en general con mas frecuencia. Ante esta eventualidad el individuo se adhiere a una óptica específica de su imagen y calcula (muchas veces erróneamente) su nivel de aceptación ante el núcleo que pretende acceder; dando pie ocasionalmente a la perdida del sentido común; ya que se oscurece la óptica ante la virtual necesidad de coincidir, que se llega a utilizar prendas o  adoptar estilos que no encajan con nuestra personalidad o características físicas, cayendo con esto en el absurdo, la incoherencia, la desfachatez y hasta el ridículo.

Como no existe un parámetro que nos indique cuando emergerá una tendencia de impacto, es imposible determinar qué numero de personas (y de que características) se sumarán como seguidores de ella; lo que si es detectable es que si resulta verdaderamente atractiva será perseguida por cualquier tipo de persona, sin importar su clase, medios, incluso edad y hasta medidas corporales.

Sin embargo la potencia de la mercadotecnia, impulsa cualquier modelo de éxito basándose en la segmentación de sus mercados, posibilitando la adaptación de estos mismos a otras versiones de la fuente original y llegando a otros públicos ansiosos por compartir la experiencia de la moda en boga.  Como resultado de esta estrategia se perciben nuevos modelos y usuarios, y se capta además de la atención global, una disposición del ser humano a ser inducido y maquillado.

La proliferación de estilos en una sociedad cada vez más globalizada no es el problema; el deterioro de las perspectivas conservadoras ante la virtual incongruencia de algunas expresiones estéticas, es lo que ha originado un defecto en las relaciones de los individuos con respecto de su imagen pública; poniendo en riesgo la honorabilidad o la integridad de quien no encaja en un núcleo de determinada personalidad.

Este tipo de situaciones hoy marca una línea desproporcionada de justicia, social laboral, estudiantil, etc., en los espacios públicos, empresariales, institucionales o escolares; marcando la pauta en la distribución del ingreso y en la percepción social ante determinada persona o miembro de una comunidad en específico. Con esta mala dilucidación de los elementos al establecer un criterio en cuanto a la honorabilidad o desempeño de cualquier individuo, se estará especulando y posiblemente se impondrá un sesgo discriminatorio que lo orille a la perdida u obstáculo de las oportunidades. Es la mala intención de otro individuo en cuanto a lo que ve en su contraparte, el verdadero problema de carácter nacional; por lo tanto no se estima en que proporción nos encontramos divididos ante la multi-variedad de estilos y tendencias que seguimos los mexicanos.

Como ya es una garantía de libertad el expresarnos a nuestro antojo (siempre y cuando con respeto) hacia lo que consideramos como propio pues se trata de nuestra personalidad; queda también en claro que a pesar de que puedan no existir reglas en cuanto al vestido, peinado, maquillaje, etc., en los seres humanos; si se pueden desvirtuar, discriminar, limitar o simplemente descalificar ante la opinión pública que no comparta sus gustos o ideas; es en este sentido que muchas de las personas consideradas “especiales”, también lo serán en cuanto a sus hábitos, gustos, preferencias o tendencias en cualquiera de las vertientes de su persona, siendo esto un equilibrio entre la aceptación e incapacidad populares. 

Cuando alguien de impecable apariencia hace acto de presencia en cualquier entorno social, el impacto de su imagen desviará el sentido instintivo de comparación y evaluación sustancial colectivo (algo así como la “brújula sentimental” de nuestro cuerpo que nos avisa sobre la calidad moral o intelectual de determinado individuo), y nos ubicará potencial y exclusivamente en el sentido de la admiración visual, asignándo a lo estético valores no comprobados y dando por hecho una garantía plena de confianza por sobre su real honorabilidad y capacidades. Sin embargo al observar a alguien de actitud e imagen desfachatada o informa l (incluso pasado de moda), damos por hecho su irresponsabilidad o apatía y lo encasillamos en un esquema de valores neutros y discriminación implícita, que no ayudan al desarrollo y equidad de las personas en un plano de libre comunión y competencia.

Por lo regular las personas “mal vestidas” (aun no entiendo como se mide esto), dan al público general un mensaje de informalidad y despreocupación por su aspecto, lo que los descalifica de inicio ante la competencia contra alguien de pulcritud excesiva. Aunado a esto, existen grupos sui generis que orgullosamente expresan su gusto o pasión por algo en especial (rockeros, émos, punks, cholos, etc.), y que descartan cualquier posibilidad de vestir convencionalmente ante cualquier escenario; entre estos existen individuos de claro potencial intelectual que llegan a formar parte de proyectos exitosos gracias a la visión y confianza de quien los incluye; y otros que al ser excluidos de la participación ciudadana regular; optan por otras alternativas de supervivencia y terminan criminalizándose; dando la razón  a quienes los censuran y limitan precisamente por su aspecto. Todo un circulo vicioso por excelencia.

El denigrar o descalificar a quien sea por su apariencia solo demuestra la incapacidad y falta de criterio sobre los intereses ajenos, en este sentido la falta de tolerancia y humanismo en las personas pone en evidencia la intromisión de otro tipo de intereses que distorsionan los verdaderos elementos para establecer juicios y criterios sanos; es una falacia abanderar una igualdad inexistente en un sociedad tan dividida.

Es por esto que al sentirse obstruidos  o coartados en su libertad de ser (incluyendo peinados y otros accesorios del vestido), las comunidades que mantienen estilos propios, raros o singulares; estallan en ira y manifiestan su inconformidad al no ser solamente señalados por su apariencia sino excluidos de las oportunidades genéricas que deberían ser para todos sin distinción. Son las manifestaciones sobre derechos de grupos especiales las que saturan la escena global y tratan de llegar al sentido común de las personas; al sentido humano que parecemos estar perdiendo.

Ahora tenemos que retomar la esencia que nos orillo a formar comunidades, esa esencia que permeó la posibilidad de convivir y aceptarnos en una simbiosis de necesidades compartidas. Es tiempo de que reformemos nuestras propias expectativas en torno a los demás, aceptemos que no somos únicos y que el subestimar o destacar la capacidad de cualquiera debe derivarse de un conocimiento pleno de las personas y no de una simple perspectiva visual.

Es el momento de establecer parámetros de convivencia y aprender a respetar la forma de ver y expresar la personalidad; también es tiempo de ubicar nuestro propio sentido del gusto y admitir la realidad de nuestras vidas y cuerpos; todo en virtud de alcanzar su máxima y mejor apariencia, alejando los gustos inducidos o auto infundados, y el sentido de competencia egocéntrica que nos envuelve en una vorágine de persecución de la moda;  misma que muchas veces ni nos gusta ni nos acomoda.



Por
Gerardo Morales

PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA




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