SUPERFICIALIDAD CAMALEÓNICA
Algo muy notorio en nuestra sociedad actual es
la diversidad avasalladora de estilos o tendencias en el vestir, y la expresión
estética de los seres humanos en sus diferentes entornos o derivados
culturales.
La incidencia de la moda como principal regente
de las tendencias en el mundo, tiene su principal referente en el vestido; es
la característica de este factor lo que desemboca como una necesidad del
individuo a seguir determinado parámetro o línea en la ropa que usa,
requiriendo muchas veces de otros recursos como el dinero o el crédito y
prescindiendo de otros factores como la humildad o el sentido común.
Si fuéramos mas humildes, no importaría exhibir
determinada imagen nuestra, vestida con lo que fuere o se pudiere; sin embargo
ante la globalización (ya inminente) del enfoque visual, pretendemos ajustarnos
a un plano que nos haga mas identificables y aptos ante la perspectiva visual
ajena recurriendo a lo que esta vigente en los planos generalizados, es decir;
lo que se encuentra usando la población en general con mas frecuencia. Ante
esta eventualidad el individuo se adhiere a una óptica específica de su imagen
y calcula (muchas veces erróneamente) su nivel de aceptación ante el núcleo que
pretende acceder; dando pie ocasionalmente a la perdida del sentido común; ya
que se oscurece la óptica ante la virtual necesidad de coincidir, que se llega
a utilizar prendas o adoptar estilos que
no encajan con nuestra personalidad o características físicas, cayendo con esto
en el absurdo, la incoherencia, la desfachatez y hasta el ridículo.
Como no existe un parámetro que nos indique
cuando emergerá una tendencia de impacto, es imposible determinar qué numero de
personas (y de que características) se sumarán como seguidores de ella; lo que
si es detectable es que si resulta verdaderamente atractiva será perseguida por
cualquier tipo de persona, sin importar su clase, medios, incluso edad y hasta medidas
corporales.
Sin embargo la potencia de la mercadotecnia,
impulsa cualquier modelo de éxito basándose en la segmentación de sus mercados,
posibilitando la adaptación de estos mismos a otras versiones de la fuente
original y llegando a otros públicos ansiosos por compartir la experiencia de
la moda en boga. Como resultado de esta
estrategia se perciben nuevos modelos y usuarios, y se capta además de la
atención global, una disposición del ser humano a ser inducido y maquillado.
La proliferación de estilos en una sociedad
cada vez más globalizada no es el problema; el deterioro de las perspectivas
conservadoras ante la virtual incongruencia de algunas expresiones estéticas,
es lo que ha originado un defecto en las relaciones de los individuos con
respecto de su imagen pública; poniendo en riesgo la honorabilidad o la integridad
de quien no encaja en un núcleo de determinada personalidad.
Este tipo de situaciones hoy marca una línea
desproporcionada de justicia, social laboral, estudiantil, etc., en los
espacios públicos, empresariales, institucionales o escolares; marcando la
pauta en la distribución del ingreso y en la percepción social ante determinada
persona o miembro de una comunidad en específico. Con esta mala dilucidación de
los elementos al establecer un criterio en cuanto a la honorabilidad o
desempeño de cualquier individuo, se estará especulando y posiblemente se
impondrá un sesgo discriminatorio que lo orille a la perdida u obstáculo de las
oportunidades. Es la mala intención de otro individuo en cuanto a lo que ve en
su contraparte, el verdadero problema de carácter nacional; por lo tanto no se
estima en que proporción nos encontramos divididos ante la multi-variedad de
estilos y tendencias que seguimos los mexicanos.
Como ya es una garantía de libertad el
expresarnos a nuestro antojo (siempre y cuando con respeto) hacia lo que
consideramos como propio pues se trata de nuestra personalidad; queda también en claro que
a pesar de que puedan no existir reglas en cuanto al vestido, peinado,
maquillaje, etc., en los seres humanos; si se pueden desvirtuar,
discriminar, limitar o simplemente descalificar ante la opinión
pública que no comparta sus gustos o ideas; es en este sentido que muchas de
las personas consideradas “especiales”, también lo serán en cuanto a sus
hábitos, gustos, preferencias o tendencias en cualquiera de las vertientes de
su persona, siendo esto un equilibrio entre la aceptación e incapacidad
populares.
Cuando alguien de impecable apariencia hace
acto de presencia en cualquier entorno social, el impacto de su imagen desviará
el sentido instintivo de comparación y evaluación sustancial colectivo (algo
así como la “brújula sentimental” de nuestro cuerpo que nos avisa sobre la
calidad moral o intelectual de determinado individuo), y nos ubicará potencial
y exclusivamente en el sentido de la admiración visual, asignándo a lo estético valores no
comprobados y dando por hecho una garantía plena de confianza por sobre su
real honorabilidad y capacidades. Sin embargo al observar a alguien de actitud e
imagen desfachatada o informa l (incluso pasado de moda), damos por hecho su irresponsabilidad o apatía y lo encasillamos en
un esquema de valores neutros y discriminación implícita, que no ayudan al
desarrollo y equidad de las personas en un plano de libre comunión y
competencia.
Por lo regular las personas “mal vestidas” (aun
no entiendo como se mide esto), dan al público general un mensaje de
informalidad y despreocupación por su aspecto, lo que los descalifica de inicio
ante la competencia contra alguien de pulcritud excesiva. Aunado a esto,
existen grupos sui generis que orgullosamente expresan su gusto o pasión
por algo en especial (rockeros, émos, punks, cholos, etc.), y que descartan
cualquier posibilidad de vestir convencionalmente ante cualquier escenario; entre estos existen
individuos de claro potencial intelectual que llegan a formar parte de
proyectos exitosos gracias a la visión y confianza de quien los incluye; y
otros que al ser excluidos de la participación ciudadana regular; optan por
otras alternativas de supervivencia y terminan criminalizándose; dando la
razón a quienes los censuran y limitan
precisamente por su aspecto. Todo un circulo vicioso por excelencia.
El denigrar o descalificar a quien sea por su
apariencia solo demuestra la incapacidad y falta de criterio sobre los
intereses ajenos, en este sentido la falta de tolerancia y humanismo en las
personas pone en evidencia la intromisión de otro tipo de intereses que
distorsionan los verdaderos elementos para establecer juicios y criterios
sanos; es una falacia abanderar una igualdad inexistente en un sociedad tan
dividida.
Es por esto que al sentirse obstruidos o coartados en su libertad de ser (incluyendo
peinados y otros accesorios del vestido), las comunidades que mantienen estilos
propios, raros o singulares; estallan en ira y manifiestan su inconformidad al
no ser solamente señalados por su apariencia sino excluidos de las
oportunidades genéricas que deberían ser para todos sin distinción. Son las
manifestaciones sobre derechos de grupos especiales las que saturan la escena
global y tratan de llegar al sentido común de las personas; al sentido humano
que parecemos estar perdiendo.
Ahora tenemos que retomar la esencia que nos
orillo a formar comunidades, esa esencia que permeó la posibilidad de convivir
y aceptarnos en una simbiosis de necesidades compartidas. Es tiempo de que
reformemos nuestras propias expectativas en torno a los demás, aceptemos que no
somos únicos y que el subestimar o destacar la capacidad de cualquiera debe
derivarse de un conocimiento pleno de las personas y no de una simple perspectiva
visual.
Es el momento de establecer parámetros de
convivencia y aprender a respetar la forma de ver y expresar la personalidad;
también es tiempo de ubicar nuestro propio sentido del gusto y admitir la
realidad de nuestras vidas y cuerpos; todo en virtud de alcanzar su máxima y
mejor apariencia, alejando los gustos inducidos o auto infundados, y el sentido de
competencia egocéntrica que nos envuelve en una vorágine de persecución de la
moda; misma que muchas veces ni nos
gusta ni nos acomoda.
Por
Gerardo Morales
PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS SON
ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA
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