viernes, 29 de junio de 2012

CXII ANIVERSARIO DEL NAC. DE UN HEROE



 

EL ABUELO Y YO

 
Hoy 29 de junio, si mi abuelo Pablo viviera estaría cumpliendo 112 años; el haber nacido en 1900 le otorgó siempre un referente claro de su presencia en el mundo al paso de cada año que vivió. Desgraciadamente, a pesar de la gran fortaleza que mantenía aún a pesar de su edad avanzada (pues a los 90 años aún solía montar a caballo), cuando fue tocado por la enfermedad a la edad de 98, ya no se pudo recuperar. Descanse en paz por siempre mi querido abuelo, siempre lo recordaré como el gran hombre inteligente, justo y noble que conocí.

Remontándome a ese funesto año de su muerte en el 99 (curiosamente no alcanzó el siglo de vida), aun tengo presentes los cuidados paliativos a que era sujeto, pues en medio de la crisis fulminante que lo ataco durante  más de un año en que se mantuvo en agonía, sufrió la pérdida de la vista y de la conciencia en múltiples ocasiones. La duda que queda latente es si fue canalizado a tiempo y atendido responsablemente, o se trató de una negligencia médica. De ser lo segundo indiscutiblemente es imposible hacer nada; tal vez tratar de ahondar en la generalidad de las atenciones geriátricas y dilucidar un esquema propio de atención al sector más olvidado que son nuestro viejos, y así legar un recordatorio-reclamo a quien corresponda.

En aquella década noventera los servicios de salud estaban más acotados que en la actualidad, amén de que no existían apoyos gubernamentales dirigidos a la población de la tercera edad; bajo ese contexto un adulto mayor tenía que prescindir  de los servicios públicos de salubridad y asistencia si no era beneficiario directo o por alguno de sus familiares; en ese sentido era muy fácil que un anciano terminara desarrollando males y enfermedades que pudieron haber sido controladas si hubieran tenido el acceso a médicos y medicinas.

Sin embargo los aparatos de salud (hospitales y clínicas) provistos a zonas de gran carencia o alejadas de entornos urbanizados, abastecen solo las necesidades básicas de la población (medico general, pediatría, dentista, etc.) olvidándose de los ancianos y su correspondiente geriatra, especialista que debería atenderlos y prescribirlos de acuerdo a su condición y características. 

La atención a las personas de la tercera edad dentro de los esquemas de salud es relativamente joven, pues a mediados del siglo XX después de las reformas de salud acuerpadas en el gobierno de Ávila Camacho, se comenzó a manejar el concepto de “geriatra” dentro del marco de especialidades que ofertaban los Institutos de salud del país; concentrando a ese “joven” grupo (pues en ese entonces solo eran un 9% de la población; en contraste del 60% que seremos en el 2050).

Por su parte, el término geriatría fue acuñado por Ignatriusl Nascher en su obra presentada en 1907 en la Academia de Ciencias de Nueva York titulada “Geriatría, las enfermedades de los ancianos y su tratamiento.” Este eminente pediatra norteamericano y fundador del primer departamento de Geriatría en los EE.UU., en el Hospital Mont Sinai de Nueva York, explica en esta publicación, que el término también es derivado del griego Geron = Viejo; y Iatrikos = tratamiento médico. Entonces si bien el año 1860 (en que Abraham Jacobi dictó la primera clase de Pediatría) es una fecha importante, también 1909 lo es para la medicina por la aparición de la Geriatría.

La gerontología es otro concepto aplicado y esta se ocupa del viejo (como individuo envejeciente), de la vejez y del proceso de envejecimiento. Cuando establecemos como objeto del estudio al viejo, generalmente, focalizamos a aquel que sufre de ciertas dolencias, por esta razón, con frecuencia, la gerontología se ve reducida al estudio de la vejez deficitaria. La vejez como un estado del individuo supone una etapa de la vida: la última. Finalmente el envejecimiento es un largo proceso que ocurre, si lo vemos desde una amplia perspectiva, desde la concepción hasta la muerte. Es esta disciplina la que diferencia el aspecto viviente de la geriatría, para estudiar lo vivencial de este sector.

La tercera edad es un ciclo de la vida de los seres humanos, en el que las personas cambian la fuerza y energía del cuerpo por conocimientos de vida. No cambian sus proyectos, sus deseos, sus ilusiones, ni su sexualidad y aumentan su comprensión, su amor, el diálogo y mucha tolerancia.

En lo personal, viví y tengo muchos recuerdos al lado de mis abuelos maternos (a los paternos no los conocí, pero respeto y saludo con mucho cariño), ellos, los padres de mi madre, cual seres humildes de extracción campirana, siempre nos expresaron su amor desinteresado y su apoyo a nuestros padres a mí y a mis hermanos; tengo en la memoria recuerdos tan gratos que parecen estar a la vuelta de cualquier esquina de mi existencia; sobre todo aquellos en los que se estaba de por medio el campo con su ambiente sano, fresco y puro.

De mis abuelos maternos conocí el valor del trabajo, de la amistad, de la familia; con ellos experimenté la tristeza y alegría, el amor, el dolor; sin su legado sería imposible para mi comparar mi actualidad en relación con lo que fui y lo que puedo llegar a ser; sobre todo pensando en el futuro (si Dios me lo permite) como abuelo de los hijos de mis hijos.

Mientras, ahora como padre, mis padres toman esa batuta y espero de ellos la empatía que yo mismo sentí de mis abuelos cuando tuve contacto con ellos, sé que mis hijos encuentran en sus abuelos la misma paz que yo sentía al lado de los míos, cuando están juntos no les hace falta nada más: pueden reírse de sus propias ocurrencias, buscar aventuras, remover recuerdos o simplemente sentarse juntos en el sofá. Mis pequeños no pueden disfrutar de la compañía de mis padres con demasiada frecuencia debido a motivos geográficos, así que es evidente que su relación está marcada por la intensidad de los momentos compartidos.

Quiero que mis hijos dispongan de recuerdos entrañables de sus abuelos cuando sean adultos, me gustaría que pensaran en ellos con cariño, que recordaran a dos personas que superaron sus errores de juventud, afrontaron la inquietud de sus hijos (yo entre ellos), con serenidad y avanzaron en la vida que les quedaba con paso firme. Ahora al emular el esfuerzo de ellos recreando la misma historia de mi padre; simplemente les reclamo un poco de interés por sus abuelos.

Una de las cosas que debemos tener en cuenta los padres a la hora de analizar la importancia de los abuelos para los hijos, es que en ningún caso se les puede responsabilizar de la educación de los pequeños. Esta es una tarea exclusiva de los padres. Por supuesto, los abuelos pueden colaborar y reforzar aquellos valores que nosotros estamos intentando inculcar en nuestros hijos pero, en ningún momento, debemos dejar que recaiga sobre los abuelos una labor que es casi por entero nuestra.

Las circunstancias pueden impedir que una relación de este tipo entre abuelo y nieto sea satisfecha totalmente si se cuentan con los cuatro abuelos que componen la familia de una persona; aunque sabiendo que existen personas que gozan esas bendiciones, también se conoce de la tendencia siempre de elegir un favorito entre ellos por su trato, estilo o amor prodigado.

Son los abuelos una especie única y ahora si literalmente en peligro de extinción; un sector que por sus dificultades para acceder a lo que todos usamos fácilmente; merecen nuestra atención, respeto y apoyo.
Sin embargo a pesar de las dificultades que pueda llegar a tener alguien viejo y cansado (así, dicho con frialdad), siempre será posible rescatar de sus corazones de hierro, la fortaleza necesaria para morir y seguir de pie por siempre en nuestras mentes y corazones.

Pablo Olivera Campos; sigue descansando en eterna paz, re recuerdo siempre.



Por

Gerardo Morales



PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA




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