DE LA RAZON AL CAPRICHO
La pasión y el orgullo son elementos
básicos en la personalidad de los individuos y suelen determinar conductas que
sobresalen o se esconden en un medio saturado de ejemplos, tendencias y vicios
comunes en la perspectiva de la humanidad ante los diversos escenarios de la
vida.
Ser apasionado define a los
mexicanos ante el resto del mundo por la importancia que suelen dar a los mínimos
detalles que formen parte de sus vidas; el orgullo sin embargo, no conecta muchas veces un sentido lógico de nuestro actuar; así desde este enfoque es muy fácil descomponer
la óptica original y ajustarla al plano emergente a que uno se sujete,
sobreviniendo una mutación de la personalidad por acceder a núcleos desconocidos
tales como el poder, el confort, la necesidad o la carencia.
Al desconocer cualquiera de
estos ámbitos el hombre corre el riesgo de no ser autentico llegada la hora de
poder tomarlos en conocimiento real (o vivencial), pues alguien humilde en
ascenso puede tornarse en prepotente o un magnate enfermo desprenderse de su
fortuna en una compulsiva búsqueda de paz interior; también es posible que
alguien acostumbrado a las comodidades encuentre una razón en lo sustentable y
termine por coludirse en el apoyo y protección a la naturaleza, o que alguien
nacido en un entorno propiamente natural termine convirtiéndose en un tala
bosques.
La diversidad ideológica de
los individuos les provoca una auto-definición de ellos mismos, provocando la mayor
parte de las veces la aparición de un ego exacerbado y recreando sus
particularidades como las principales expresiones tomadas en cuenta por el resto
de la población que les rodea; es aquí donde aparecen los núcleos y grupos de interés
común, resaltando los que por su integración e impacto se posicionan en la
mentalidad de la sociedad hasta su inconsciente invocación.
La condición natural del ser
humano a ser escuchado (que no oído, eso es otra cosa), le impulsa a buscar la atención
plena de quienes tiene a su alrededor, muchas veces sin tener un intención
concreta de interacción sino simplemente por cumplir un ciclo humano instintivo
que es el de relacionarse con sus semejantes; sin embargo las diferentes
actitudes y posturas de la gente impiden que las relaciones de empatía cobren
fuerza y se diluyan en la especulación de los inciertos.
El tener como marco
diferencial humano una multitud de valores y creencias por compartir, otorga la
posibilidad de interrelacionarse con gente de los mismos intereses y formar
grupos de trabajo, de diversión, de fe religiosa, de filiación política, etc. ;
al mismo tiempo sirve para medir la proporción de nuestros alcances en el
sentido de la pertenencia y la magnitud de nuestra entrega en virtud de
alcanzar las metas u objetivos.
Al emerger la
responsabilidad del individuo (sea en su trabajo, estudios, familia, etc.), en
relación con su personalidad, estilo y gustos; arranca una nueva expresión del
humanismo que es la de la adaptación de la necesidad a la proporción del
sentido hedónico (la disposición humana al placer); a la búsqueda inconsciente
de las comodidades sin importar el espacio, tiempo o recursos para lograrlo.
El ser humano es hedonista
por naturaleza, se sabe que las posiciones fetales tienen un sentido lógico de aparición
en cuanto a la postura de mayor confort para un producto que ya vive y siente
dentro del vientre materno; es decir, el individuo mucho antes de pensar ya
busca instintivamente estar mejor “acomodado” de acuerdo al medio que perciba, un ejemplo
claro de hedonismo nato.
Tener un sentido hedónico no
es la disyuntiva ante una situación de eventualidades económicas que ahora
impactan a todos por igual (pues no solo la gente de a pie sufre, también los
empresarios reciben el impacto en su debida proporción), el problema surge
cuando a raíz del desconocimiento de un plano especifico de actuación, un ciudadano
se convierta en un cáncer para la población que comúnmente solía atender bajo otro enfoque y desde otra perspectiva.
Ahora el poder ascender o
tener la oportunidad de ser probados en otra dimensión categórica de nuestras
responsabilidades, también desencadena actitudes de insensatez o explosiones de
incongruencia que no embonan con el desarrollo común de nuestros roles antes de
experimentar el cambio; es una muestra de la inexperiencia y mal manejo de la
circunstancias en torno a la recepción de las oportunidades y su desempeño
lógico.
No debería tener mayor
problema el ajustar los canales de la intención y buen gusto con los de la
responsabilidad y la lealtad; siendo esta ultima la mejor expresión de quien se
siente parte de un entorno determinado. Sería de mayor reconocimiento que
alguien en particular adaptara las malas condiciones de cualquier índole (trabajo,
estudio, diversión, etc.), que pudiera percibir; que rechazar un alternativa
sin ser lo suficientemente propositivo y quedarse con los brazos cruzados.
En estos tiempos, en que los
entornos formalizados de interacción social como los centros escolares, de
trabajo, de seguridad, etc.; son atendidos por sus aparatos directivos y se
promueve el desarrollo profesional o estudiantil de sus empleados o estudiantes,
persuadiéndolos a actualizar sus conocimientos en espera de subir de categoría o acceder a becas y estímulos; quienes
son candidatos a los beneficios por su calidad humana o profesional,
eventualmente tienden a cambiar su enfoque inicial para adoptar tendencias de “inmerecimiento
social” o convertirse en “perdonavidas” ante una población que solía
percibirlos de otra manera.
La intención de cubrir una
instrucción girada no requiere de mayor condicionamiento que la orden de
ejecución, no hay más. El revertir esquemas, cuestionar estrategias, solicitar recursos
ilógicos o innecesarios, y más simplemente, el frenar una actividad por cualquier razón fuera
de la institucionalidad, solo pone al descubierto la superficialidad de quienes
sujetan su figura a lo que ellos mismos creen que son ya para su población inmediata.
Concluiría esta reflexión
con una última sentencia sobre el cambio incoherente de las actitudes humanas
en relación a sus roles; y esta sería: Nadie es indispensable en esta vida más
que para vivir su propia realidad. No lo olvidemos.
Por
Gerardo Morales
PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS
LOS TEXTOS SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA
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