¿SABES?, FIJATE QUE…
Una de los mayores problemas que
existen en nuestra nación mexicana, es la facilidad para conectarnos con el
malestar ajeno; nuestra gran disposición al juicio inmediato, a la deshonra, a
la corrupción y a tantas expresiones negativas en los seres humanos; que si
bien forman parte de su conciencia y reacción instintiva, en México cobra
volúmenes indiscriminados que ya rayan en lo general y están por formar parte
muy justificadamente de la idiosincrasia nacional.
No es posible precisar con exactitud
la etapa nacionalista que influyo de manera determinante en la formación de un
criterio poblacional tan informal y dispuesto a la ligereza de la especulación;
podría haber sido la prehispanidad, la que por causas lógicas derivadas de la
subyugación conquistadora, y que por perjuicio inmediato ante la clara
imitación de las formas españolas; fue distorsionando la autenticidad del meshica
orgulloso, hábil, leal y seguro hasta convertirlo en el mexicano que ahora
somos; sin abundar mas en nuestras actuales características para no herir
susceptibilidades.
Aunque esta aseveración solo expone la
posibilidad de este efecto prehispánico como precursor de nuestros hábitos
sociales de ultima generación, pudieron influir otros aspectos como el servilismo
en el feudalismo, la corte en las monarquías, o mas actualmente la emancipación de los pueblos
indígenas; los cuales a través de los resultados en sus modelos de convergencia
e interacción social predispusieron al hombre a desarrollar prácticas de auto
defensa que actualmente han dejado de serlo para convertirse en un ejercicio
constante de detrimento social.
No se puede entender como una sociedad
emergida de grandes guerreros y una raza con coraje y voluntad de acero, pueda
hoy ser mercenaria de su misma gente y emprender campañas antisociales que van
desde lo personal hasta lo colectivo, siempre persiguiendo el “estar” en lugar
del “ser”; factor que indudablemente es arropado por quien no tiene nada que
ofrecer y sí mucho que envidiar.
A lo largo de la evolución del
nacionalismo, hemos vislumbrado diferentes enfoques y perspectivas de la
personalidad del mexicano en relación con sus semejantes y consigo mismo; hemos
observado en un principio al mexicano criollo, al mestizo, al ladino, al siervo
y al alzado; despues emergieron el pensador, el líder, el autócrata, el tirano
y el dictador; siendo este el último bosquejo de una personalidad inducida por
el trastorno de una sociedad sin identidad y a la usanza de los peores valores
trasmitidos por un conquistador que vino de mas a menos.
Como el mexicano pobre y carente de
los años 20,s era mayoría (ya desde un enfoque mas contemporaneo); la intención de las políticas públicas estuvieron
encaminadas al crecimiento de la infraestructura que ofertaría los empleos para
alejarlo de la pobreza y se dejo de lado el crecimiento intelectual y la sensibilización
de esa población, en la búsqueda de una identidad propia que no entonara con los
reflejos pasados de la conquista y sus efectos.
En ese descuido, la sociedad se vio
envuelta en una vorágine de costumbres que se fueron entrelazando en la medida
de su aparición y la de sus actores (los migrantes), y fueron estableciendo
conductas propias de quienes paradójicamente se sentían ajenos a la imagen, costumbre y usanzas del centro del país; como por
ejemplo el ambulantaje, el albur, el piropeo y más afectivamente el “chisme”; fenómeno que comenzaba a infectar a la población desocupada y sin oficio (que siempre ha existido en todos los núcleos como un tumor), exaltándoles el ánimo de fijarse, seudo interesarse y hablar de lo que vieran les pareciera o no.
Entre tantas formas de pensar que
confluían a diario y proyectaban intereses a corto plazo, no era posible
formalizar un canal de información formal que siguiera parámetros de certeza y
detalle por sobre los de fluidez y resultados, por lo tanto se comenzó a
desarrollar esta práctica de trasmisión de datos que no siempre concentraba la
información más veraz, descomponiendo la mayor parte de las veces, la perspectiva natural y el criterio propio de quienes la avalaban.
Al irse constituyendo esta práctica
legendaria en mercados, plazas, parques y todos los centros de reunión popular,
la necesidad de información fue quedando a un lado y la proliferación del canal
informal de trasmisión de datos fue adoptando la forma de lo que hoy conocemos
como “chisme”; es decir, información innecesaria que nos llega con la finalidad
de imponer una perspectiva inducida a través de un canal dudoso.
¿Por qué de nuestra disposición al
chisme? No es muy difícil llegar a este punto; primero que todo tenemos que
apelar a nuestra idiosincrasia latina que nos hace mas sensibles y entregados a
nuestra gente; como no es posible comulgar con todas las ideologías que
existen, el ser humano siempre tendrá modelos que perseguirá hasta coincidir
con el de su manera de ver las cosas; si no tenemos un banco de datos exclusivo
para buscar nuestras almas gemelas, seguramente nuestro inconsciente estará a
la expectativa de información que fluya para avalar o desacreditar un hecho o
una persona. Esa es la razón por la cual siempre volteamos ante información
indistinta, importante o sin relevancia.
La intención de inicio del flujo de
cualquier información es muy importante, pues es difícil que despues que arranca
un comentario con dirección específica cambie de rumbo durante su trasmisión;
mas bien puede ser exacerbado o en su defecto bajado de intensidad; pero
trastornado, solamente si se encara o se concede un derecho a replica; en este
tenor no tienen cabida los “chismes”, pues es lógico que quien inicia uno (así,
sin seguir un canal formal de difusión) no pretende acreditarse esa información
y solo lo impulsa en la búsqueda de algún efecto; por lo tanto una replica
significaría el riesgo a ser desenmascarado o desestimado.
No hay una explicación certera hacia
el manejo de la información de manera imprudente e irresponsable (este sería el
mejor concepto de “chisme”), aunque se entiende que las razones que orillan a
una persona a emprender un juicio por lo que sea sin conocimiento de causa; sea
por la ansiedad de protagonismo ante la opinión pública, la falta de carácter para hacer una aseveración frontalmente o la necesidad de
comprensión en algún ámbito de su vida; lo que lo hace inevitableemente emerger como un
potencial “criticón”, “chismoso”, “mitotero” y demás motes hacia esas personas.
Aunque parezca increíble hay quienes
no aceptan la diferencia de opiniones y es esto la mayor causa de proliferación
del chisme en nuestros espacios; es a base de la desacreditación en corto, como
se pretende y se logra desestabilizar la
imagen de cualquier persona, sin necesidad de un bloque formal que oriente la
información vertida.
Pareciera ser que nuestra
idiosincrasia nos gritara: “Ataca, amigo cercano!”, pues es claro que siempre
que existe en nuestros entornos cierto brillo, los “chismes” trataran de
empañarlo; proyectando una inminente incapacidad para hacerlo, o una capacidad
rayando en lo apático; elemento de sobra en la productividad y el desarrollo.
Ahora es ya una realidad saber que
cuando tenemos, hacemos o proyectamos algo, siempre habrá alguien que no dejará
pasar libremente nuestra intención; a pesar de que nos puedan decir que la
hermandad o la institucionalidad nos hace iguales y que los intereses u
objetivos en común son los que deben sacar a flote las metas compartidas; es
una falacia, la competencia en México siempre ira acompañada de su dosis
respectiva de información inducida, o lo que es lo mismo; siempre te involucrarán en un 'chisme'.
No es la manera más ortodoxa de trasmitir nuestro sentir, tampoco se pretende pretextar o auto eximir su práctica con este artículo, tan solo se trata de exhibir las bondades y perjuicios que este canal manifiesta al hacerse presente en nuestra sociedad...luego no digan que no se los conté.
Por
Gerardo Morales
PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS
TEXTOS SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA
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