ENTRE LO SAGRADO Y LO TRÁGICO
El
mexicano común y corriente; aquel que usa el transporte público, el que por sí
mismo saca su basura al recolector, el que lleva a sus hijos a la escuela y
tiene que pedir permiso con sus superiores para asistir a las juntas del
colegio; aquel que diariamente tiene que checar su entrada al empleo y
justificarse cuando no le es posible; ese que tiene que prescindir de los
empleados para satisfacer sus necesidades propias, es quien menos entiende la
gran desproporción que prevalece en la sociedad mexicana, cuando “coinciden” de
pronto en una fecha triste y claramente recordada por la misma gente, actividades
extraoficiales que el estado convierte en “oficiales”, como el caso de la
visita de Su Santidad, el Papa Benedicto XVI el día de hoy, fecha también del
aniversario luctuoso de Luis Donaldo Colosio.
Cuando
nos encontramos especulando sobre los escenarios que rodean determinadas
circunstancias, sobre todo aquellas que tiene que ver con fechas determinantes
en la historia de nuestro país; nos damos cuenta de la superficialidad con que
se conectan los intereses de quienes llevan la batuta política con los de
algunos sectores privilegiados; en el caso de las visitas de Jefes de estado al
interior de la republica, se entiende que estas derivan de una agenda política
que le permite planear estratégicamente el acto convirtiéndolo en oficial; pero
en el caso de apostolados sobre la fe (independientemente de la religión que
sea), el lucro con la disposición social para activar una perspectiva nacional y desestimar otra,
varía esta condición.
Por
esto es un tanto difícil para la sociedad mas empobrecida, intuir hacia donde
se mueven los intereses de los poderosos cuando se presentan en un mismo día
eventos o actividades que concentran masas, para cumplir cualquier aniversario o evento conmemorativo.
El
papel del individuo frente a poderes que le son inmensamente superiores, debe
ser un punto de reflexión hacia su futuro inmediato; es común que ante una
eventualidad emergente que cause daños en perjuicio de quien sea, quien tenga
más poder (aunque no la razón) tendrá más oportunidad de evadir una
responsabilidad y sanción sobre alguien de menor investidura por el mismo
señalamiento; por lo tanto ante hechos indiscutiblemente claros como el
magnicidio del ex candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta, en el
cual se percibe un complot político de altísimo nivel, no tenemos más que
ajustarnos a los resultados de las autoridades, que para variar y en este caso
particularmente no han sido positivos.
Debe
ser esta clara premisa, la que obliga al gobierno en turno a que año con año le
reste importancia a este hecho sangriento sin aclarar; pues resulta incomodo para la
administración que tenga que salir a informar, que a la fecha no existe un solo
avance sobre el caso.
Entonces
es cuando aparecen las especulaciones sobre el aparato de justicia (que de paso
también tiene labores de logística para el evento del Papa), y trastorna el
sentir poblacional, afectando no solamente el seguimiento de una investigación
mega extendida, sino que además vulnera el sentimiento religioso de algunos
conciudadanos, quienes al verse excluidos por una u otra razón del evento papal
(la insuficiencia de boletos principalmente), culpa al estado por su mala
planeación y de paso le resta popularidad y presencia al Santo Pontífice.
Evidentemente,
Joseph Ratzinger (o S.S. Benedicto XVI, como ustedes quieran), no está al tanto
de la historia trágica inmediata de nuestro país, y lógicamente por encima de
sus decisiones están las del estado Vaticano, el que seguramente conoce a la
perfección la agenda político-social de los países que visita o pretende
visitar; por lo tanto es responsabilidad de quienes coordinan los viajes
papales, la asignación de fechas y lugares en conjunto con quienes serán
visitados; hecho que evidencia el desinterés del Estado por el aniversario
luctuoso del ex candidato y la oportunidad de desviar la atención de los
sectores agraviados (familia y filiación partidista) con la apretada, riesgosa
y espectacular visita.
Dichas
condiciones de interacción religiosa, aparecen como el sinónimo de la falta de
planeación del Gobierno en todas sus esferas, pues la sede escogida (al parecer
de forma exprés), no refleja condiciones de espacio, seguridad ni infraestructura
ante la magnitud del evento, que además de recibir a tan digno personaje,
debería enmarcar su presencia con las mejores expectativas tanto geográficas,
climáticas y de seguridad; aspectos que no se cumplen, al ser la sede una
provincia pequeña, variante en su clima y asolada por células de la
delincuencia organizada, que a pesar de “pactar” una tregua durante la visita,
no deja de ser un riesgo permanente, no solo para la figura del Papa, sino para
la población en las calles, que en esos días, rebasará inmensamente la media
acostumbrada.
Por
otro lado, al cumplirse el 18 aniversario del magnicidio sobre Colosio, a pesar
de haber sido tremendamente desplazado en la apreciación popular, se tienen
preparados algunos sencillos homenajes en los sitios más relevantes del hecho
como lo serian el altar levantado en lomas taurinas (lugar del trágico evento)
y algunos bustos y monumentos en honor al líder caído a lo largo del país,
principalmente en Magdalena de Quino, Sonora, lugar de su nacimiento y ultimo adiós y el de su seno partidista.
Sería
interesante saber, cuales son las razones (aparte de la diplomacia) que orillan
a los gobiernos a actuar en detrimento de sus propios valores y compromisos
contraídos con sus connacionales, estas suelen ser regularmente originadas por
las circunstancias globales en que se sitúa un efecto común (la religiosidad lo
es) y partiendo de las condiciones en que se presenta un evento o dependiendo
de ellas, así se programan los líderes nacionales para proteger sus intereses.
Escoger
entre un evento y otro para recrear un nacionalismo sin forma es irrelevante,
asistir (si se tiene boleto) a presenciar una misa del Papa en turno o a dejar
una ofrenda floral a quien lo merezca, es solo una decisión personal; no existe
en esa expectativa una traición a la solidaridad ni a la justicia; es solamente
una forma gubernamental (de un partido ajeno al mártir por cierto) de hacernos sentir a nosotros los culpables de tan
marcada desproporción conmemorativa, pues si no tomamos en cuenta a alguna de
las partes posteriormente no podremos exigir ni opinar sobre uno u otro
aspecto, basándonos en nuestro “incumplimiento”, y como resultado de nuestro
propio desdén.
Ambos
eventos son importantes para la sociedad mexicana; la religiosidad ha sido una
característica propia de nosotros y aunque no compartamos totalmente una
ideología eclesiástica en común, nuestra humanidad y disposición servicial
(generalmente y con sus excepciones) como elementos de nuestra naturaleza
latina, nos orilla a respetar la religión que sea y sus respectivos
representantes, como el caso del Dalai lama, que recientemente visito el país o la
comunidad judía u oriental, que desde hace algún tiempo forman parte de nuestra
sociedad y también tienen sus propias costumbres religiosas; por el lado
político es aun mas perfectible la participación de los ciudadanos, ya que es
una realidad latente y vivencial día con día.
No
obstante, dentro de los parámetros que miden las tendencias sociales y que
fluyen a través de los medios de comunicación, se percibe un decrecimiento en
la percepción de la población hacia el “Caso Colosio”, toda vez que
precisamente durante los días previos y subsecuentes a la conmemoración del
trágico evento, anteriormente renacía y se mantenía un clima de inconformidad y
aprehensión hacia las autoridades en pos de justicia y resultados.
A Luis
Donaldo Colosio le sobreviven sus dos hijos, quienes también perdieran a su
madre poco tiempo después del deceso de su padre; ahora, mayores de edad con un
criterio manipulado por los medios y la diversidad de sentimientos encontrados
derivados del clamor popular, deben tener una lectura incompleta por parte de
las autoridades hacia esa amarga experiencia.
Si
Joseph Ratzinger (o S.S. Benedicto XVI) tuviera conocimiento pleno de la
historia de esos sobrevivientes, hijos de la injusticia e incompetencia jurídica
mexicanas; tomando en cuenta su trayectoria humanística (que lo convirtió sin
duda en Papa), su total conocimiento de los preceptos divinos, su disposición
fraternal y de amor para el mundo; seguramente habría pugnado por otra fecha de
visita u otro país para acudir en la misma. Ahora solo falta saber si dentro
del mensaje que dirigirá al pueblo de México, estará incluida alguna mención
sobre el mártir mexicano y su inalcanzada obra.
Es
difícil saber si algún día conoceremos la verdad sobre el caso Colosio, es aun
más incierto determinar si alguna vez alcanzaremos un consenso religioso en
todas las latitudes de nuestra nación;
en esto último tendremos que aprender a vivir en la pluralidad eclesiástica y
ajustar nuestros canales de convivencia a favor del respeto, ya que en México
existen infinidad de corrientes y sectas religiosas; por lo dicho al inicio de
este párrafo con respecto al magnicidio, me parece que todo indica un carpetazo
oficial, aunque sin queremos detalles, pues esperemos (sin ningún afán) el film
de Carlos Bolado (cineasta veracruzano), que saldrá a mediados del año bajo el
sello Alebrije, Audio y video &
Udachi Productions, y con la participación de Enoch Leaño y Odiseo Bichir
como estelares; en la cual recreara el asesinato del político sonorense y que
esperemos, no sea uno más de los babeos que nos gotea e impone el gobierno.
Hoy
recordemos a Colosio, como el hombre que quiso pero no pudo ser; y saludemos a
Benedicto XVI, el hombre que quiere y puede llegar a los corazones de otros para que las cosas sucedan.
Por
Gerardo
Morales
PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS Y APUNTES SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA
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