EL PESO DE UNA CARGA
HISTÓRICA
La dificultad que tienen algunas personas para
entender el razonamiento ajeno no es un problema exclusivo de la política o de
intereses partidistas de cualquier facción; mas bien es un reflejo instintivo
de ciertos entes como resultado de su inestabilidad emocional y de la mala
canalización de su potencial en terrenos dominados o con un manejo regular de
sus aptitudes en relación con los demás y por causas fuera de su alcance.
Estos seres descompuestos de su visión objetiva
suelen ser personas aparentemente normales en el curso regular de sus vidas,
incluso pueden despistar el sentido común de otros y aparecer como nobles de
intención ante la eventual "tarascada" que puedan hacer a la menor oportunidad y
con el mínimo de respeto hacia circunstancias expresas de sus semejantes.
El problema no es detectar a estas personas,
pues es un tanto difícil tratar de encontrar elementos que salgan a flote
durante el contacto normal con ellos; para recrear una circunstancia de encono
con este tipo de individuos es necesario que exista un punto de controversia
que les haga salir su lado intolerante y ensucie la perspectiva que una
relación haya construido desde otro enfoque o periodo de contacto. La
particularidad de cada situación predispone a un individuo carente de afectos básicos
y lo pone en conflicto ante el reflejo que otros puedan tener hacia su propia
figura; esta carencia aparece bajo el efecto de conceptos muy reconocidos por
la sociedad como la violencia intrafamiliar, el desamor paternal o maternal o mas
clara y llanamente en la orfandad.
La orfandad tiene múltiples modalidades de
vivencia y quizá la mas impactante pero también comprobadamente la menos nociva
para la sociedad inmediata que la concentra es la orfandad total; pues a falta
de ambos padres el individuo huérfano comúnmente se refugia en el amparo de sus
benefactores y suele ser regularmente agradecido por la oportunidad recibida. Solo
los casos de verdadero daño emocional (estos por razones trágicas o
dramáticas) aunados a la desatención o el descuido, corrompen esta perspectiva de los huérfanos de ambos padres y
emergen como casos aislados que terminan en tópicos criminalísticos.
Cuando la falta únicamente del padre es la que provoca el
estado de orfandad, también se cumple una característica típica de esa
situación, que es la del desarrollo sostenido del infante bajo la óptica del
esfuerzo propio y de la mano de su solitaria madre ante las eventualidades de la
vida, sin la imagen de una figura paterna que lo arrope y lo conduzca con
seguridad por los difíciles caminos del mundo. Esta situación regularmente se cumple
cuando la madre decide impulsar con sus medios a sus hijos sin padre; aunque si esta
impone otra figura paterna es muy probable que sus vástagos (o al menos uno de
ellos) se rebele ante el hecho y termine fuera de la composición familiar
contrariando sus expectativas maternales.
Pero si es la madre la que llega a faltar
entonces las condiciones del individuo toman otro cáliz y se sujetan al orden
paternal por completo, ateniéndose a las formas y costumbres que exprese el
cuadro de valores inmediato del padre, incluyendo la eventual aparición de una madrastra. Bajo esta premisa es muy fácil que un
infante confunda muchas veces su rol en la familia y en la sociedad y se
despiste en innumerables ocasiones ante situaciones comunes y panoramas regularmente peligrosos
para un menor. Estos confusiones son básicamente de tipo social como por
ejemplo los pleitos callejeros, los conflictos escolares, la vagancia a
temprana edad, el hurto infantil, etc.; estos aparecen inconscientemente en la
vida de niños que padecen esta problemática de orfandad maternal y solo se
revierten si la figura paterna expresa su participación de manera sólida y
constante.
Los individuos que padecen la falta de su madre
en la etapa primordial de sus vidas, no podrán recuperar esa parte de auto
estima perdida a menos que experimenten un cambio profundo en su identidad,
sufran un efecto impactante por sus actitudes o estén acompañados por
verdaderos seres de luz que los guíen y apoyen en sus difíciles conflictos vivenciales.
Existen seres que a pesar de no haber conocido
a ninguno de sus padres logran el éxito en muchas facetas de sus vidas, pero
también los hay de grandes emporios familiares en los cuales sobran los afectos
e integrantes y sus valores dan mucho que desear. Hay personas que no conocen
a su padre y en honor a él recrean una historia de éxito compartido con su madre
y hermanos, aunque también se da el caso de quien abandona su casa por no
contar con el freno paternal y termina convirtiéndose en delincuente.
Obviamente también en los casos de falta de la madre se perciben ambos modelos,
la descomposición de valores humanos por la carencia del lado sensible materno
y el resarcimiento de la identidad a base de lucha y esfuerzo; sobre todo si ya
se tocó fondo y no se tienen mayores oportunidades.
La orfandad si bien es un factor determinante
en la relación que fluye a través de afectos y situaciones, no podría definir
un parámetro de interacción segura que garantice el respeto hacia
particularidades o sensaciones personales durante periodos específicos como lo
podrían ser los torneos y competencias deportivas, los periodos religiosos o las campañas políticas;
esta condición exclusiva del ser humano bloquea la perspectiva sana de un
individuo y no le permite razonar con libertad acerca de planteamientos impropios que no
le merecen mas análisis que la aplicación de la lógica; pues se encuentra rehén
de sus propias sentencias y compromisos sin sentido ni certeza.
Entender y aceptar la propia condición humana y
personal debe ser el principal elemento a coludir entre las razones que se
pongan a consideración de la sociedad cuando se intenta alcanzar un objetivo;
no aceptar la realidad de nuestra vida (como el caso de los adictos que hemos
reencontrado el camino de la responsabilidad), significa un retroceso para la
sociedad, un declive para el factor humano y un gran daño a la población que
tenga que establecer contacto con alguien que no se reconoce a si mismo, es
decir sin identidad; pues el hecho de no contar con alguno de los padres
en lugar de representar un dato delicado y de reserva debería ser la pauta para establecer mejores relaciones y no para
destruirlas bajo una condición de recelo, inconformidad o frustración.
Tratar de esconder nuestro origen para dar una
imagen de confianza y estabilidad a quien no nos conoce es una muestra clara de
irresponsabilidad e intento de engaño; si bien es cierto que habemos personas
con un alto grado de exposición pública, esto no debe ser un factor para temer
abrir nuestros gustos, hábitos o criterios; eso si, con un alto sentido del
deber y el respeto.
Esconder parte de nuestro pasado es un derecho
que nadie nos puede vetar, pero al trasgredir barreras que imponen la
aplicación del sentido común y este no se da, es posible que pongamos en riesgo
secretos que nos podrían incomodar o perjudicar en otros escenarios; siendo
lo ideal si se tienen puntos negros que esconder y no se quiere bajo ningún
contexto exhibir, el ser muy respetuoso con la información ajena que uno pretenda
verter.
La orfandad no debe ser motivo de verguenza, muy por el contrario debería ser un motor de orgullo que potencializara las aptitudes de quienes se encuentran bajo esa condición como una prueba de su entereza y calidad humana. Aunque existen casos que demuestran esta aseveración con gran consistencia, tambien hallamos excepciones que nos dejan un muy mal sabor de boca y nos impulsan a evidenciarlos.
La orfandad no debe ser motivo de verguenza, muy por el contrario debería ser un motor de orgullo que potencializara las aptitudes de quienes se encuentran bajo esa condición como una prueba de su entereza y calidad humana. Aunque existen casos que demuestran esta aseveración con gran consistencia, tambien hallamos excepciones que nos dejan un muy mal sabor de boca y nos impulsan a evidenciarlos.
La tristeza de ver casos de profunda
descomposición humana amerita estudiar las razones que los provocan y en ese
trance poder aportar un enfoque clarificado de las circunstancias que las
enmarcan y las claves para revertir sus efectos. En lo particular luego de
haber experimentado infiernos sociales, de haber sido escarnecido y presa de la persecución tanto tiempo
por los efectos de mis actitudes y hábitos, no tengo miedo en abrirme para que
observen mi esencia, pues he aprendido a reconocerme en medio de la adversidad
y el descrédito para sortearlos; algo que me deja muy en claro que lo mejor del individuo esta
en su interior, y que quien no quiera entender seguramente seguirá intentando
descalificar.
Por
Gerardo Morales
PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS SON
ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA
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