Sistemas de salud enfermos
A pesar de que los servicios de salud están disponibles para casi la totalidad de los mexicanos, estos representan un verdadero vía crucis al momento de ser requeridos o utilizados por sus beneficiarios, por aquellos que pagan periódicamente desde sus respectivos descuentos nominales o con sistemas de subrogación administrativa; pero sobre todo por quienes acceden a ellos en medio de multiples necesidades.
Indudablemente que este tipo de servicio debe estar sujeto a normas de control de alto impacto, y supervisado regularmente desde las cámaras legislativas hasta las diferentes comisiones que existen en el país como los derechos humanos o amnistía internacional, ambas con gran injerencia en el control y atención de la salud; una desde la óptica de cobertura y la otra desde la perspectiva de la atención médica emergente provocada por el uso indiscriminado de armas en el país. A pesar de ello esto no es cumplido a cabalidad.
La atención prestada por los centros de asistencia social del gobierno como el IMSS y el ISSSTE, representan el reflejo de la mala calidad en un servicio y establecen un punto de referencia que desnuda la carencia de equilibrio entre la responsabilidad y el sentido ético de los servidores públicos de esos entornos médicos, contra el derecho y esfuerzo sobre humano de los enfermos que acuden a ellos.
En estos días enfermarse tiene un costo extra por sobre el económico y moral; si se cuenta con recursos es posible prescindir de la asistencia social, pero si no es preciso comenzar a preparar el ánimo (y talvez una buena silla plegable), para iniciar el suplicio que abarca desde la madrugada si se aspira a concluir los trámites antes del medio día; sino el riesgo de salir hasta despues de las 2 de la tarde o no alcanzar ficha para consulta es inminente.
A partir de las 2 de la mañana ya son visibles las filas de espera, de gente (la más necesitada) que madruga para alcanzar un sitio cercano y pronto entre los derechohabientes que despues de las seis de la mañana ya son cientos en TODOS los centros de salud del país; algo que nos evidencia ante la OMS (Organización Mundial de la Salud) como un país regularmente enfermo.
Si se cuenta con la suerte (y la fortaleza) para levantarse temprano, alcanzar un lugar cercano en las interminables filas mañaneras, tomar una ficha próxima y acceder a la consulta, aun tenemos que rezar porque los resultados de la consulta no indiquen la canalización a otro sector del hospital como el área de radiología o laboratorio de análisis clínicos, porque se tiene que iniciar nuevamente el ciclo de espera angustiante.
El obtener o acceder a medicamentos por parte de los hospitales que cubren nuestra seguridad social también deja mucho que desear; regularmente las farmacias están vacías o carentes de medicinas de uso frecuente, los encargados acopian volúmenes de ciertas sustancias demandadas con frecuencia por enfermos que llegan a pagar por ellas, convirtiendo esta práctica en una vorágine de corrupción que impacta a los que de por si ya están afectados, negándoles el derecho de acceder a sus prescripciones con igualdad de derechos.
Sin embargo si se trata de una afección que requiere de un tratamiento especializado que no se encuentre ofertado por la clínica de atención inmediata a sus asegurados, tiene que sobrevenir un traslado a un hospital de mayor nivel, para cumplir con el servicio de atención médica; en este punto el enfermo (o quien realiza el trámite) esta a expensas del encargado de este servicio; de la decisión sobre espacio, fecha, hora y condiciones para asistir a su cita foránea.
La deshumanización de los participantes en los entornos de asistencia medica gubernamental (sobre todo de los administrativos y enfermeras; los médicos se cuecen aparte), es un resultado de la tolerancia y acuerpamiento de los aparatos sindicales que los respaldan e incitan a desconectarse hasta del propio sentido común.
Observar el trato indiferente de las secretarias que atienden a los citados enfermos y sus acompañantes; la desconexión de la ética profesional de las enfermeras en relación al interés que deben mostrar por todo aquel que requiere apoyo médico; la mala coordinación de los departamentos que interactúan entre si para concretar un simple trámite; la cerrazón e intolerancia ante la falta de cualquier documento, y la arrogancia de los directivos que practican regularmente el nepotismo e influyentismo, y utilizan la maquinaria de sus encargos para atender a sus allegados, familiares y amigos; son solo unas cuantas de las expresiones del terror que manifiesta un centro médico trasmutado en mafia.
El uso de recursos públicos, cobra mayores tintes de desvergüenza cuando estos derivan de un servicio encaminado a atender a los que menos tienen; por eso no se acepta que los funcionarios de mayor nivel, tengan acceso a los mejores servicios y la mayor atención; no se entiende como en la zona selva de Chiapas existan cerca de 500 casos de ceguera total en ancianos indígenas de una comunidad, mientras un solo senador o diputado tenga en la cobertura de sus derechos de asistencia médica 500 veces mas el costo total de atención a esos casos, por cada uno de los integrantes de su familia.
También las habilidades médicas son relativas dependiendo de las zonas en las que se expida el servicio de atención, pues mientras en los grandes hospitales de los grandes centros urbanos se despliega la figura de los mejores y mas prestigiados doctores, en las zonas mas marginales ubican a la gente de menos experiencia y compromiso; expresando su desinterés por atender a nuestras etnias y gente del campo con prestancia y dignidad; se percibe banal y excesivamente superficial la intención de los lideres de la salud nacional, al fomentar estas prácticas de perdida de la identidad humana de la medicina.
El desequilibrio que reina en el sector salud de nuestro país se debe a la misma permisión de los derechohabientes en relación a las conductas de sus servidores públicos; es culpa de nosotros por no tomarnos nuestro tiempo para reportar a los malos prestadores de servicios ante las instancias que corresponda hacerlo. La apatía que expresamos ante los resultados mediocres o nulos de quien nos debe atender por derecho, es la causa principal de que proliferen estas conductas deshonrosas sobre un rol que debería ser enaltecedor como la prestación de servicios médicos.
Nos cuesta tanto trabajo tomarnos un tiempo extra en quejarnos con formalidad, que quien vulnera nuestros derechos bajo la figura de un puesto de atención, percibe esa indisposición de nuestra parte y nutre su estilo corrompido de trabajo; convirtiéndolo en un modo regular y generalizador en defecto de otros que suelen acompañarlo en el mismo entorno de trabajo.
Observar las actitudes apáticas y desinteresadas de quienes nos deben proyectar animo y empuje solo termina de descomponer la perspectiva difícil de una persona enferma; los efectos derivados de una mala atención suelen impactar en otros esquemas, descomponiéndolos también y orillándolos a seguir en una vorágine de resultados enfermos y en medio de un caos institucional que parece revitalizarse paradójicamente en sus hospitales.
Por
Gerardo Morales
PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA.
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