LOS VECINOS INCOMODOS
La
dimensión de nuestros actos nos orillan a descubrir también la realidad de los
ajenos en la medida de la colusión de intereses y de la empatía que pueda
derivarse en un espacio compartido.
Sin
mas elementos que la mala perspectiva individual que uno tenga de otra persona,
es posible que no se pueda entender la aparición de un estado de conflicto
entre individuos que sigan una misma línea de acción. La presión de la escena pública
origina desfases entre los intereses y regularmente se pierde la óptica ante
resoluciones de tipo colectivo.
Quienes
forman parte de un equipo específico, no necesariamente tienen que compartir
ideales o particularidades respecto a su rol dentro del área que compartan; el
sentido de responsabilidad indica que antes de reflejar la personalidad en un
espacio de trabajo tenemos que
demostrar aptitudes y dejar que los resultados de nuestra aplicación hablen por
si solos.
Desgraciadamente
existen en las áreas de trabajo incontables situaciones que despistan el
sentido de aplicación laboral de determinados individuos, quienes trasmutan en
propiedad exclusiva de sus vidas personales este sentido y exceden el rango de
responsabilidad en cuanto a la percepción, participación y cometido de las
tareas colectivas. Esto suele ser traducido en malas interpretaciones por parte
de los miembros de los equipos de trabajo y se pone en riesgo la calidad
reflejada o alcanzada en un lapso de tiempo determinado.
Como
la mayoría de las personas defienden sus aspectos personales de manera continua
y recurrente es seguro que el cometido de su inoportuno “celo espacial”,
decrezca el ánimo de quienes son parte de las tareas que se desarrollan al
interior de un centro con objetivos comunes. A pesar de que son múltiples las
ocasiones en que se tergiversan las causas que originan un encono, siempre
resulta lógico expropiar el sentido de participación regular cuando se vulnera
el estilo o las características de alguien en particular.
Cuando
una persona accede a un nuevo espacio laboral regularmente es recibido en buenos
términos y bajo el estándar protocolario adecuado, requerido y sustentado; no
así es el desarrollo de las actividades posteriores, las cuales derivadas de un
posible ascenso en el resultado de los objetivos o viceversa, puedan ser causa
para desacreditar la participación o incidencia de algún miembro del equipo. Es
aquí donde se puede percibir el declive de una relación de trabajo pues enlaza
la perspectiva de un trabajador común con la de alguien que pueda eventualmente
ser requerido para otras actividades.
Al
emerger una situación de variabilidad en una agenda acostumbrada a seguir parámetros
y objetivos específicos, los integrantes de un equipo que no son considerados
para realizar determinadas tareas suelen ser susceptibles ante la eventual
omisión de su figura; y dependiendo de la tarea o de su grado de dificultad, así
será el impacto devenido en la persona excluida; si se trata solo de eventos
superfluos que rellenan una expectativa general seguramente pasarán
inadvertidos; pero si de ello dependen ciertos esquemas de posicionamiento en
el escalafón de puestos y salarios, entonces es posible que la conducta de
quienes recrean una situación de este tipo sí incidan en los resultados de su área.
Independientemente
de las causas que originan el declive de un grupo de trabajo, hay que analizar
el comportamiento de los entornos en relación con las expectativas de
crecimiento que podría tener la empresa en general; bajo este contexto se puede
definir el rol de cada participante y descartar la mala injerencia de otros
factores que descomponen el enfoque planeado. Es factible que bajo la clara
interpretación de cada espacio y sus integrantes, se pueda dilucidar acerca de
los roles que seguirá cada quien y evitar caer en situaciones que rebasen la
objetividad de las prácticas laborales.
Para
alcanzar este ansiado clima laboral y revertir efectos insanos derivados de las
personalidades, se tendría que instaurar un modelo de vigilancia continua sobre
el círculo de actitudes que rodea a la población de un entorno; de esta forma
sería ineludible la conformación de un cuadro de valores que debería inculcarse
y seguir de manera casi obligatoria para toda una comunidad que comparta una
escena laboral.
Tendríamos
que seguir una línea de acción que supliera las condiciones de represión social
por un clima de aceptación incondicional que garantizara la inclusión de las
personas con mas desgaste social y en el tenor de resarcir los efectos
derivados de su constante señalamiento; pues en base a remontar la confianza
desde su personalidad misma sería mas fácil reubicar y aprovechar su potencial
acorde a las necesidades reales de la empresa.
También
es clave, detectar los elementos o núcleos de inestabilidad dentro del entorno;
descubrir en medio de la inmensidad de escenas de todo tipo que fluyen en los
espacios de interacción los hechos flagrantes que enmarquen situaciones de
desacreditación de personas o actos, desestimación de resultados o descalificación de
acciones; pues es claro que estas aseveraciones son los principales elementos
de destrucción de los equipos de trabajo, sean estos propios o no.
Debería
existir en las leyes mexicanas una que impidiera el curso regular de información
descalificada y que sancionara la figura de quien la impulsa, pues es claro que
quien descalifica a otro siempre es por razones de recelo, envidia o falta de
capacidad; incorporando al ya descompuesto aparato social del país un obstáculo
mas en su difícil camino al desarrollo global. Proyectar al mundo que nuestra
sociedad no esta preparada para competir en buena lid, es enviar un mensaje
abierto de que si entre nosotros no nos podemos respetar y apoyar, muy difícilmente
entenderemos otra cultura y forma de ver la vida.
Es
indudable que las capacidades son clave para generar confianza en los espacios,
que la experiencia es básica para
desarrollar tareas específicas; también es cierto que las incapacidades
son la principal puerta a la confusión y trastocan cualquier intento de
participación bajo el tenor del “desconocimiento”. Es indiscutible que la ignorancia
es la mayor fuente de inconformidad del ser humano y aunque este no suela
regularmente reconocerla ante los demás, siempre sabrá en su interior la
realidad de su nivel y conocerá sus alcances en cuanto a determinados tópicos.
No
es causa para perder el rumbo de una empresa, el percibir la aparición de seres
acostumbrados al protagonismo que aprovechen las situaciones de menor aplicación
intelectual para lucir su presencia y aminorar la de otros ante una eventual
promoción o la visión particular de quien lo dirige; muy al contrario debe ser
motivo de elogio el ser repentinamente descartados de una actividad informal,
pues se entiende que se respeta una categoría explícita; pero en el intento de
hacer a un lado a un compañero y no compartirle objetivos que deberían ser
comunes (por muy pequeños y sin importancia que parezcan), se esta perdiendo el
sentido de trabajo de equipo y no solo eso, también se pueden llegar a perder
elementos de la cadena de valor de un área u otros como la misma
amistad.
La
persecución de objetivos personales deben de justificar su alternancia con los
laborales, ya que en el tránsito de no perder espacio ante lo individual, quien
pierde terreno, oportunidades de desarrollo colectivo y por ende presencia, es
nuestra fuente de trabajo.
Por
Gerardo Morales
PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS
SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA
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