¿HABEMUS PRESIDENTE?
No hay mucho por abundar en cuanto al resultado de los comicios electorales de este pasado 1 de julio; el virtual ganador que hoy parece recrear el regreso de las huestes corrompidas que tanto atemorizan a los ciudadanos de izquierda y que indudablemente volverán a ser participes de la venia del poder; no tardará mucho tiempo en recibir su constancia de mayoría por parte del IFE, así como ha recibido ya, la felicitación de los principales actores políticos nacionales y de algunos países del mundo.
Hoy quienes no vieron consolidar su sueño de “esperanza” (algo absurdo puesto que la esperanza no se puede soñar sino esperar casi de modo cautivo), suponen que el rumbo del país no tiene otro destino mas que el fracaso, provocado claro esta por los “acostumbrados dinosaurios” del partido ganador y del cual nadie, pero estrictamente nadie mas que ellos son los absolutos responsables; según la óptica de la izquierda, dentro de la cual indiscutiblemente tambien hemos comprobado casos flagrantes de corrupción.
Se habla mucho de las mentiras, de los compromisos no cumplidos, de la ignorancia de la población, de la seducción del votante, etc.; como si nosotros mismos no formáramos parte de esa elite de corrupción que permite que nos pisoteen al antojo de los que estén en el poder, sea cual sea su extracción partidista.
Se utiliza el argumento de la dictadura de 70 años (a ligereza de no hacer mejor un recuento constructivo de nuestros gobiernos, pues en esos 70 años también se encuentran aciertos multi festejados por la nación en su totalidad, tales como la expropiación petrolera de Cárdenas o la reforma educativa de López Mateos, ambos de gobiernos priístas); y se desconoce la construcción de las instituciones delegando los vicios de las mismas a una sola figura partidista y olvidándose de su parte proporcional de participación al aceptar un estimulo, recibir un servicio o exigir un derecho ante gobiernos que al mismo tiempo demeritaron o peor aún, que ahora desde otras trincheras; desconocen.
También se recurre mucho a la lamentación del actuar de las instituciones electorales (mismas que dicho sea de paso han sido reconocidas a lo largo de la semana por los gobiernos del mundo); se vuelve al escenario de la especulación y la trasmisión del sentir agobiado por la desesperanza. Se ha recrudecido la perspectiva dura ante el partido que regresa y se tornado en una especie de capricho el no aceptar al virtual presidente electo a raíz de la proliferación de núcleos de inconformes que se arropan bajo la figura del movimiento “Yo soy 132” (y de los cuales su principal líder Jorge Antolín se desmarcó hoy por la mañana en diferentes medios de la prensa, arguyendo desconocimiento de los hechos por las comisiones del movimiento), predisponiendo a la sociedad tolerante a rechazar la “imposición” del aparato político corrompido.
El punto a dilucidar es hasta donde es real el impacto de una simple especulación social, en relación a la vigilancia y observancia de la ley sobre los recursos, manejos y resultados de los ganadores en una contienda de elección popular; sería mejor ocupar la disposición social a la trasparencia de una función pública, que el lanzamiento de una bomba de humo que confunda a la sociedad menos informada y termine por dividirla como vemos cada fin de elecciones.
La idea aquí es descubrir si las razones que obligan a cada ciudadano herido en sus sentimientos politicóides a proferir descalificaciones ante un resultado que se veía inminente desde su inicio (sin aceptar ninguna filiación partidista con esta aseveración, tan solo sentido común), son las verdaderas causas de inestabilidad en el país y encienden el motor de la maquinaria disidente; repercutiendo sin duda alguna en todos los esquemas que impactan a México, principalmente sus finanzas.
Cuando el ciudadano inconforme argumenta que su encono por los resultados electorales son porque quien llega no lo merece; se olvida de la óptica de quienes opinan lo contrario e hicieron valer su voto, corrompiendo el sentido de la equidad y democracia que debe imperar en toda contienda de este tipo y el derecho ajeno de sus congéneres.
Estando el ciudadano en conflicto con sus intereses inmediatos, su reacción le genera un estatus de incongruencia y cerrazón ante la sociedad que no comparte su visión particular y trastorna otras esferas sociales de interacción básica como la educación de sus hijos o sus mismos medios laborales, recreando un clima de animadversión entre “ganadores y perdedores” (como si realmente nos alcanzaran de lleno las decisiones y resultados al interior de las cúpulas partidistas que son quienes realmente pierden; tanto recursos como prestigio), y predisponiendo el flujo de una sana relación, habitualmente cordial y por ende mas productiva.
Indudablemente que dentro de las esferas de interacción ciudadana se encuentran coludidos personajes que intervienen directa o indirectamente en los procesos electorales, aspirando desde una prebenda hasta un cargo público provisto por el líder que impulsen o la militancia que persigan; son estos casos de evidente ambición individual un cáncer en la perspectiva general de las políticas públicas.
También cuando un inconforme señala que la causa de su descalificación a la decisión mayoritaria es por el pasado corrupto del candidato ganador, ignora que los tiempos han cambiado y que gracias a la participación de sus bancadas partidistas se ha conformado un blindaje sobre los recursos de índole gubernamental, que si bien han sido vulnerados, no han sido solamente males o vicios de una sola militancia; han quedado acreditadas ante la justicia y grabadas en la memoria de la sociedad todas las participaciones fraudulentas tanto de priístas, panistas y perredistas; todos sin excepción.
El mayor de los absurdos, lo sitúo en la aseveración (casi generalizada por toda la izquierda), de la “regresión al pasado”, del retroceso o la ignorancia histórica por el simple hecho de que alguien eligió un candidato de derecha; nadie puede saber a ciencia cierta sobre las relaciones personales, grado de ética o intereses particulares que pueda llegar a tener un militante en relación con sus compañeros de partido; es evidente que en todas las militancias existen tumores que no han sido erradicados, pero de eso a generalizar a todas las personas por los que cometieron sus propios errores es una injusticia por donde se le quiera ver, alegar que nada ha cambiado y asegurar escenarios adversos antes de su aparición solo es de pesimistas y faltos de compromiso.
Ni se está regresando al pasado, ni se es retrógrada por no compartir una ideología determinada; más bien la imposición de una visión en particular sería lo menos sano para una sociedad en reconstrucción; la oportunidad de probar y comprobar lo incierto para unos y lo esperanzador para otros debe ser la opción mas rentable, en el entendido de que los resultados son ya casi definitivos.
Esperemos que con el paso de los días la actitud beligerante de algunos inconformes sin razón recuperen el sentido común que los hizo responsabilizarse en su momento de cada una de sus respectivas causas de vida, y que en la medida de sus propios intereses atiendan la parte que les toca en virtud de la sana interacción con sus semejantes, sean estos sus allegados o no; las relaciones humanas tiene que sobrepasar las tensiones y superar los enconos derivados de la lucha por el poder, un poder que ni nos toca ni nos convence, llegada la hora de unir a su pueblo.
Por
Gerardo Morales
PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA
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