viernes, 6 de julio de 2012

MIS CONCEPTOS: Los fines de cursos escolares




LA REINVENCIÓN DEL COMPROMISO


Concluir un ciclo siempre representará para los individuos, la oportunidad de reinventarse y analizar (hasta de manera inconsciente), las fallas o dificultadas encontradas en el trayecto de lo que termina y en el sentido de la apreciación objetiva de los logros o fracasos.
La educación ostenta entre todas las disciplinas instauradas por el hombre de manera formal (como el trabajo o la religión), el mayor motor de las sociedades y la principal herramienta de construcción en el desarrollo de las naciones; es para las personas de todas las clases y credos, un derecho inalienable.
Como sabemos hoy 6 de julio en México, finalizan los cursos regulares en la mayor parte de las escuelas de educación preescolar, básica y media superior; es este día el mas esperado por todos los estudiantes de 3 a 17 años, pues representa el inicio de las vacaciones de verano y un nuevo panorama por descubrir ante la llegada de nuevos retos, amigos y escenarios.
En lo personal siempre tuve la oportunidad (gracias a Dios y a mis padres), de percibir las emociones derivadas de un fin de cursos en todas las etapas de mi formación educativa; recreando la intensidad de los momentos vividos en cada tiempo, como un baluarte en la formación de mi carácter y perspectivas ante la vida. La educación ha sido para mi, la mejor oportunidad brindada en el afán no solo de construir mi intelecto, sino de contribuir a mis semejantes en la mejora de sus valores.
A lo largo de mi vida escolar experimenté diversas sensaciones de orgullo y frustración; fueron quizá estas las que marcaron el rumbo de mis expectativas y resaltaron mi espíritu emprendedor; no puedo describir con exactitud la diferencia entre niveles de afectación o propulsión sobre tal o cual experiencia recordada, pero a grandes rasgos si concluyo que gracias a haber tenido la oportunidad de aprender, puedo ahora ser auto suficiente y tener un criterio propio, definido y autónomo.
Siempre viví los cierres de temporada escolar con un ánimo de orgullo que parecía anteceder la andanada de elogios por recibir gracias a los aciertos alcanzados (en el nivel que fuera), y por crédito obtenido a lo largo de una vida escolar aplicada y formada bajo el apoyo constante de mis padres. Hoy reconozco con claridad el esfuerzo vertido y entiendo a cabalidad su intención de hacer de mi lo que ahora soy, un hombre responsable de mis actos.
Las experiencias recogidas a lo largo del camino estudiantil, desde el jardín de niños hasta la preparatoria (pues el nivel profesional lo alcancé ya mucho mayor de edad); me dejaron un sabor de boca invencible y nunca pensé que la responsabilidad y la necesidad de ver este proceso desde la trinchera contraria, es decir como padre; me impactara a tal forma de interpretar cada momento como fueran los propios vividos hace mas de treinta años.
De niño, pareciera ser que no tenemos un criterio de reflexión o responsabilidad de los actos; sin embargo lo que no entendemos hasta que lo vemos, es que ellos viven su mundo a su propio ritmo, a su compás e intensidad; no podemos entender que sus errores e intenciones son la mismas de nosotros cuando tuvimos esa edad, cuando también esperamos ser reprendidos o premiados por lo que fuera.
Cuando se es menor y no se tiene una figura masculina de responsabilidad inmediata; es decir, un papa; los hijos se diluyen en un esquema de autodisciplina y su capacidad de respuesta ante el respeto pierde consistencia; existiendo el riego de corromper un núcleo familiar o de afectar a su sociedad de confluencia como resultado de una desadaptación social.
La diferencia de la apreciación de la enseñanza (incluida la informal y sus vicios), es perceptible y afecta a cada que le corresponde en su debida proporción; desde la educación preescolar surgen los primeros temores; hacia los compañeros, hacia el medio, hacia lo desconocido etc., en la educación primaria y secundaria aparecen los primeros amores y se definen gustos, valores y creencias; mas adelante en el bachillerato se prueba el sabor de las necesidades, y es cuando el sentido emprendedor aparece e impulsa la independencia de los individuos. Cada etapa con su respectiva dosis de aprendizaje de manías, artimañas, groserías y cualquier numero de defecciones contraídas y eventualmente aplicadas.
Este día como señalé anteriormente pude percibir todo lo anterior desde una perspectiva diferente; recibí una muestra explícitamente proyectiva de mi niñez y de lo que pude haber esperado de mis padres en un evento de esta magnitud; una fecha que representa el orgullo de terminar con decisión lo que se inició, lo que con sacrificio se alcanzó y lo que indiscutiblemente es un logro para todos los que lo experimentan.
Creía conocer a mi hijo mayor (apenas 5 años), saber sus capacidades e interpretar su potencial de acuerdo a un sano equilibrio entre la realidad y el sentido paternal que siempre coludimos; sin embargo pude darme cuenta de que lo que para nosotros representa algo sencillo por la cotidianidad de sus expresiones, al cambiar de escenario su sentido cobra mas fuerza y el lucimiento prospera hasta el ánimo de las lagrimas; recreando lo valioso del sentido humano en la sensibilidad de un padre orgulloso.
La satisfacción de reconocer su talento, su intención de agradar, de convencer; me proveyó de un nuevo esquema de responsabilidades, es ahora mas primodial atender y comprender sus problemas, necesidades y nuevos retos en esta etapa que empezará a vivir el próximo ciclo escolar. Fue esta experiencia de vivir mi primer graduación “propio-ajena”, una retrospectiva vivencial que reafirma mi compromiso ante la institución familiar.
El ver su rostro de satisfacción en su medio recurrente cuando siempre resultó un problema despertarlo para ir a el; el verlo dominar disciplinas regularmente fallidas en casa como la retentiva o el ritmo de baile y el encuentro de su rostro con el mío ante su búsqueda de una expresión de asentimiento cómplice; son desde ahora los principales recordatorios sobre mi paternidad que llevaré grabados por siempre.
Nunca pensé que experimentar una graduación (no es lo mismo solo terminar un curso, pues viví los dos primero años de preescolar de mi hijo con orgullo, pero no con los mismos efectos, pues hoy fue protagonista) significará un gran reencuentro con mi pasado, el reconocer situaciones propias pasadas en la figura de mi vástago hace que revalore la oportunidad de ser el guía de mis hijos, que me replantee el significado de ser padre y que consista con valor en su desarrollo estudiantil sin desvíos ni limites.
Desde este espacio virtual felicito a la madre de mis pequeños por compartir este gran logro y le doy las gracias por hacerme parte de esta historia de éxito que me enaltece y llena de orgullo. También felicito a todos los padres de familia y tutores en general que hoy acompañaron a sus hijos y familiares en este estupendo fin de cursos.


Por
Gerardo Morales


PROPIEDAD INTELECTUAL: TODOS LOS TEXTOS SON ORIGINALES DE CARLOS GERARDO MORALES OLIVERA


No hay comentarios:

Publicar un comentario